El historiador y ensayista aragonés José Antonio Bielsa Arbiol es uno de los investigadores más reputados en lengua española de lo que ha venido a denominarse el fenómeno del Nuevo Orden Mundial. Entre sus numerosos best-sellers, destaca Agenda 2030: Las trampas de la Nueva Normalidad, el primer gran estudio publicado en nuestro país sobre esta herramienta diseñada por las élites globalistas y que se ha convertido en un texto de obligada referencia para los estudiosos o interesados en la materia.

Tres años después de su lanzamiento, Agenda 2030: Las trampas de la Nueva Normalidad sigue liderando el ranking de los libros más vendidos de su categoría en Amazon y se ha convertido en un texto de referencia para el estudio y la compresión de esta hoja de ruta globalista. ¿A qué atribuyes su éxito?

Agenda 2030: Las trampas de la Nueva Normalidad irrumpió en un momento de máxima incertidumbre, potenciada por la gran desinformación que los multimedios lacayunos generaban, mostrando una vez más al mundo su repulsivo rostro obediente a los dictados de las élites. Ante estos escenarios, no hacía tampoco falta realizar un gran esfuerzo mental por leer entre líneas la pirotecnia disfrazada tras los diecisiete objetivos de desarrollo sostenible que recogía la envenenada Agenda 2030. Mi trabajo, bastante tedioso y mecánico, consistió en hacer una simulación efectiva ante un escenario inminente, ya confirmado en gran parte a mediados del presente 2024. De aquí su rápida eficacia e inmediatez como obra necesariamente coyuntural que era, a pesar de la sucesiva labor de plagiarios y copistas de diverso pelaje.

¿Qué encontrará el lector que se sumerja en Agenda 2030: Las trampas de la Nueva Normalidad?

En un principio, la cualidad positiva del libro reposaba en la anomalía editorial que él mismo venía a representar: esta anomalía duró unos pocos meses, pues prácticamente no había entonces equivalentes divulgativos que abordaran el subtexto de la Agenda 2030 de modo tan sucinto como Agenda 2030: Las trampas de la Nueva Normalidad. En contrapartida, se publicaban y se publican todos los días manuales y artículos propagandísticos, huelga decir que invariablemente vendidos al poder fáctico: son trabajos que cantan las bondades de la denominada Agenda 2030, columpiándose en todo tipo de triquiñuelas legitimadoras, tales como los inefables «comités de expertos» y demás fraudes descarados para engañar a la alegre borregada. Pero pocos, muy pocos, asumen la justificada necesidad de cuestionar algo que, se mire como se mire, nos ha sido impuesto por la fuerza de simulacros democráticos larvados. El propósito último de este libro era, y es, el de dar a conocer el verdadero objetivo de la Agenda 2030, desarmando su grosero aparato eufemístico para mostrar al público los aberrantes propósitos de dominación global que ésta vehicula entre líneas, y que no son otros que los de alcanzar la consabida destrucción de la civilización cristiana por medio de una criminal gobernanza planetaria, con la destrucción entre tanto del paradigma antropológico vigente y la inmersión de una supuesta transhumanidad en la industria 4.0. Lo demencial del caso es que una gran porción de nuestros coetáneos estiman viable, y hasta deseable, semejante opción.

¿Es la Agenda 2030 la herramienta más poderosa y temible de todas las desarrolladas por el globalismo?

Es difícil afirmarlo a ciencia cierta, pues ni siquiera las corruptas élites que nos pastorean lo saben con certeza, debido a que trabajan para una quimera, augurando a lo sumo un futurible impreciso con variantes posibles en su partida de dados: lo esencial es asumir que el proceso nunca termina de estar cumplimentado, sino que se rehace en función de unos «logros» u otros: del mismo modo que la Agenda 2030 es una prolongación sobredimensionada de la Agenda 21, ésta está sentenciada a quedar más pronto que tarde obsoleta, lo que explicaría que ya estén en marcha otras agendas post-2030, como la Agenda 2050, cinco años posterior al remate del proyecto Avatar 2045. A la pregunta de si la Agenda de marras es la herramienta más poderosa y temible de todas las armas desarrolladas por el globalismo, meramente diría que es una más, y de las más efectistas y estupidizantes.

Recientemente se han celebrado las elecciones al Parlamento Europeo y el debate sobre las bondades o peligros de la Agenda 2030 ha sido una constante durante toda la precampaña y campaña. ¿De qué manera afecta la Agenda 2030 a España y a los españoles?

Como es bien sabido, en este ejercicio de sometimiento y liquidación de las naciones soberanas (sobre todo las europeas), España es un objetivo prioritario, por cuanto el resentimiento histórico contra nuestra patria es enorme. Llevan años financiando alevosamente la balcanización del territorio nacional. El propio artículo número 2 de la Constitución del 78 dejaba abierta la puerta a este escenario de disolución al hacer creer al respetable que era posible armonizar un «Estado de derecho centralizado» y diecisiete taifas paralelas, los llamados «Estados autonómicos». Y luego está esa debilitación del sentimiento identitario, que en España alcanza diagnóstico preocupante: los españoles viven inmersos en una batalla jurídica del doble rasero, con la consiguiente separación entre derecho y moral, lo que ha traído consigo sentencias judiciales escandalosamente arbitrarias… Mediante estas erosiones del imperio de la ley, la debilitación del cuerpo social avanza inexorable, al tiempo que los plutócratas se frotan las manos, pues tienen el terreno abonado para hacer lo propio, que es desencadenar crisis de diseño y promover soluciones facilitadas por ellos mismos.

¿Estamos todavía a tiempo de detener la Agenda 2030? ¿Cómo podemos hacerlo desde nuestro ámbito individual o colectivo más cercano?

No soy muy optimista viendo las cosas que nos circundan. Todo apunta a que estos entes afines a los negocios de las élites nos han sido embutidos como un proceso imparable, sin vuelta atrás, caiga quien caiga: dicho proceso ha llegado por lo visto a tal punto de aceleración en su marcha, que la detención, siquiera temporal del mismo, requeriría de un cataclismo planetario para frenarse: el «Gran Apagón» o «Great Reset», lo llaman. Sin embargo, las élites no lo tienen todo consigo, porque saben que su monstruoso engendro tienen un adversario poderosísimo: la propia cualidad limitada del mal puro. Sobre la segunda pregunta, es importante entender que los medios de intoxicación del Sistema son nuestro primer y más inmediato enemigo, por encima incluso de la castuza criminal política que nos tiraniza desde el contubernio de Bruselas. Los medios de desinformación: he ahí el enemigo. Por eso, darles audiencia, seguirles el juego, nos debilita y somete a sus dictados, sumiéndonos en la confusión, el pánico y, lo que es todavía peor: la esclavitud a las herramientas sinárquicas de las élites. Sin ellos, la fraudulenta pandemia por coronavirus de 2020 no habría tenido ni la centésima parte de la letalidad que ha tenido. La mentira sistémica domina el mundo.

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